De diabluras, quintas y gastos escandalosos.

Posted on 7:17 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios


Hugo Triano Gómez.


El dinero es el diablo mismo. Es capaz de transformar  a alguien bueno en malo. De hacer perder la conciencia, la mirada en lo importante, lo fundamental; de hacer añicos las convicciones, los ideales. De ensoberbecer al más sencillo, de corromper el alma. De dar al traste con la fama y lo peor, de tergiversar el camino de la vida... y la familia.
¿Qué se puede decir de un "administrador" que ejerció mensualmente por lo menos 1 millón de pesos para su manutención y el de su familia en la residencia oficial?
Aunque el caso de Tabasco sea "menos escandaloso" si se compara con el de otros gobiernos, incluido el de la República, no puede perderse de vista que tras lo sucedido en el sexenio de Andrés Granier, el reporte de nuevos gastos excesivos, superfluos y de dudoso fin, es un nuevo rubro en el que deberá irse a fondo para determinar su implicación en el quebranto financiero que se adolece.
Nadie discute aquí que el gobernante en turno -y los suyos- tienen derecho a una manutención digna por la envergadura de su encargo. De eso a brindarse a costa del erario una vida de magnate, hay una gran diferencia. No es posible defender bajo una lógica seria, a quien escudado en la dignidad,  obró en lo indigno, en lo ruin.
Cierto es que difícilmente en el terreno de lo legal pudiera hablarse -con lo que ahora se  sabe- de un abuso de "confianza"; sin embargo Granier debe saber que en lo moral, en lo ético, en lo que debería ser, pocos tabasqueños aceptarán la argumentación que pudiera dar sobre los millonarios montos que allí se gastaron. No hay más, la pobreza, las necesidades, la ignorancia, la realidad, todo lo que mantiene atrasado a Tabasco no le importó. Su prioridad fue "vivir bien", ser feliz junto a los suyos, a su manera.
Con la grotesca escena de la Quinta Grijalva desbordando, se demuestra lo que siempre se ha sabido. Se desnudan las razones de tantas y tantas disputas por los cargos públicos de la política, del poder. Y es que es claro, que con la legalidad mal entendida, los modos de vida de los beneficiados cambian radicalmente y para siempre.
Claro que los excesos en la Quinta Grijalva datan de muchos años. Uno a uno, los gobernantes en turno han sido cómplices de los excesos y seguramente -al taparse unos a otros- abrieron la puerta para nuevos y variados. Pero ya no hay margen para más.
La exhibición de la "pobre" riqueza Granierista en la Quinta que le pagó el erario en Tabasco, no puede ni debe quedar en el terreno de la anécdota. Urge la respectiva explicación de los gastos partiendo de lo ya expuesto por la valiente Asociación "Santo Tomás", que ventila gastos de insumos inflados y pagos a la mano por cantidades millonarias. Es imperativo, pues aún ahora, no es exagerado presumir que lo ocurrido en el seno de la "primer familia", podría encuadrar en el tráfico de influencias, el desvío de recursos y el consiguiente daño al patrimonio estatal.
Nadie debe confundirse. De nuevo el culpable tiene nombre y apellido: Andrés Granier.
Más allá de que ahora se sepa que Antonio González Campos era el administrador de su residencia, suena ridículo afirmar que éste en su afán de "quedar bien" con sus patrones haya excedido los límites de la austeridad y haya actuado por la libre. Tiene que reconocerse que Granier consintió y probablemente favoreció con sus actitudes la voracidad de la "primer familia" de la entidad.
Luvia de la O, la sucesora de González Campos en la administración de la casa de gobierno tiene ante sí una cita con la historia. Cumplir sin menoscabos, con el derecho fundamental de los ciudadanos a saber, le dará la trascendencia.
Equivocados han estado aquellos que han privilegiado el materialismo y acrecentado su peculio en vez de buscar corresponder a la representación popular concedida a lo largo de generaciones.
Ahora que el hecho de que el ex Subsecretario de administración y Finanzas del gobierno de Granier y ahora edil de Tenosique Carlos Vega Celorio afirme que solo firmaba órdenes de pago -luego que se autorizaban- no lo exonera de responsabilidades.
No, porque al aparecer su rúbrica en algunos recibos que se expedían al interior de Finanzas para soportar los gastos de la residencia oficial, lo obliga a precisar quién era entonces el que daba la orden, la instrucción. Desde ahora se entiende que como subalterno de José Sáiz, no podría oponerse a las decisiones, pero sin señalamientos directos de ello, Vega -mínimo- sigue convertido en cómplice por omisión de lo que ahora se sabe. 
...¿Quién daba las órdenes? Vuelve a ser la pregunta de los 64 mil pesos. Pesos que con acciones como las hoy platicadas, siguen devaluando al hombre ante el diablo …llamado... dinero.

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